A MODO DE UNA OCCIDENTALIZADA ORIENTACIÓN

Mixturando, eclécticamente, algunos preceptos extraídos de la Biblia y del calefón con 3 partes de Macedoniana porfía, un toque justo de inmersión Jungiana y 4 gotas de Xulsolariana elevación mas el sumo de todo un Lao Tsé en pleno. En epifánica unción, alzamos las copas con el genial brevaje e invitamos a
Tristán Tzara y Alfred Jarry para que nos acompañen a presentarnos con la misma interjección con que comenzara su parlamento el Père Ubú, a la sazón Roi, es decir:










BIENVENIDOS A LA NAVEGACIÓN







Alertamos a los atildados sobre la utilización de metáforas azarosas. Toda libre asociación es demostración de que existe el inconsciente; sobre él desligamos responsabilidades.







Invitamos a descabalgarnos del constante absoluto, las certezas irreversibles, la presunción de objetividad, las posturas a ultranza y los dogmatismos.







Sugerimos tratar de tolerar lo mejor posible el vacío existencial, el tembladeral de la duda, la desubicación de la contradicción, la subjetividad y la vulnerabilidad humanas, a sabiendas de que, aunque denunciemos con cierta queja, lo hacemos enmarcados por el amor y con un fuerte deseo libertario porque:











."...Tú y yo no somos dos mitades de una inútil batalla,/ ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota,/sino tal vez una pequeña parte de algún huésped sin número y sin rostro, que aguarda en el umbral."







Olga Orozco







Corre sobre los muelles - Museo Salvaje - 1974 -











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viernes, 2 de enero de 2009

Me vine a la costa a disfrutar del verano y mejores aires que los (supuestamente) buenos, fluviales y húmedos con los que se empeña, la ciudad, en escondernos un resuello. Acá todo es distinto, el aire marítimo nos inunda con sus olores perlados y limpia, alejando, las intenciones estacionarias de los fantasmas urbanos. Para ver el cielo, ya no es imprescindible levantar la cabeza entre edificios, con otear el horizonte sentimos que nos corona, bien en altos, la inmensidad celeste. Esto durante el día y por la noche pululan incandescentes las gemas que, como guiños, encantan el azulado terciopelo del cosmos. Me entrego a las brisas del mar que, danzando entre aromas de pinares y eucaliptus, envuelven mi permeable expectativa. Me resulta imposible sostener ningún calzado, prefiero disfrutar a mis pies enarenados en el jardín, la playa y la espesura de médanos que es obligatorio cruzar antes de encontrarse frente al mas puro ultramar. Mirando el agua, el cielo y siendo el mediodía, tenemos el mejor ejemplo de la intensidad del color. No obstante, con el amanecer, cuando mi reloj biológico abre primero al izquierdo y luego al derecho de mis ojos, dominan los grises apenas matizados con alguna cromía que mantiene, en resistencia, su cuota de extranjería. Dueños de la circunstancia son los cantos de las aves que, en franco jolgorio, festejan la amanecida. Entonces es momento de ir, presto, con el agua a la cara, a los dientes y a salir lo mas raudo posible montado en la bicicleta. Sé que el arremolinado gestual de los naranjas, rojos violáceos y azules empetrolados con que va mutando el cielo me indican que tengo apenas el suficiente tiempo para llegar hasta mi destino. Cruzo el somnoliento pueblo atravesando las calles de arena y me reflejo en algún charco que aún lucha su permanencia a sabiendas de la inutilidad de su porfía: el arenoso solado lo tragará así como este día se irá deglutiendo la agónica noche. Mientras el güingui-güingui me recuerda la lubricación escamoteada a los pedales y obliga a la promesa de su cuidado, me invade el olor acurrucante de la próxima panadería. - Ya sabés que a la vuelta paro a comprar las medialunas - la tranquilizo con la sonrisa que tengo para las cosas queridas. Las lomas que curvan la extensa geografía, son varias subidas y otras tantas bajadas . Remedo de la vida mirada con cierta prospectiva o quizás, depende del antojo proyectivo, el ritmo de la convivencia entre dos seres que se aman: ella y yo, o con mis hijos...o quizás también entre ellos, o la topografía monocroma de los panes que, después, veré sobre el mostrador de la panadería. Al paso por la escuela y por el cuartel de los bomberos, le sumo el insoportabe olor a gasolina que invaden esas cuadras y tengo un cuadro parcial de la inevitable escenografía. -Giro aquí, por la principal y después está el pozo, prestá atención, mirá que lo conocés bien, en el agujero de mierda casi dejás la vida y tu bicileta. -Dale apurate, chambón, que parece que hoy, el sol se levanta mas temprano o también pudiera ser que acordaste tarde tu abandono a la catrera. El güingui-güingi se acelera y seguí doblando por aquí... metele pata.. güingui-güingui.. Y la recta final que es en subida,...güuuuingui....güuuungui...güuuingui, pusiste un cambio pero igual parate en los pedales. ¡Dale. Fuerza!... Güingui-güingui... Ya está, llegamos, dejo la bici en el médano de siempre y bajo estos tamarindos, me quito las zapatillas y otra vez los pies sobre la arena. ¡Uf! Me tranquilizo. Aún, sobre el tajo horizontal, no está asomada su presencia, sólo anunciaciones cromáticas revoltijeando el panorama. Las olas llegan, desmayándose cansinamente a acariciar mis pies, todo está tibio y en silencio. Un profundo y elocuente silencio. Pasa un minuto, dos es mucho, y de pronto, arremolinadas sobre mi cabeza y carcajeándose unas con otras como si la existencia fuera puro festejo, las gaviotas revolotean circulando enloquecidas. Llamándose las unas a las otras. Circulando, enloquecidas. Vuelvo al horizonte y... ¡Ahí está! Ya pintó de oro este orgasmo matinal. La línea incandescente superpuesta y paralela al mar tiñe mis poros de innenarable pleitesía y emite una estela que llega a mis pies pidiéndome la bienvenida. Lo hago y mientras el sol sigue asomando pongo en mis oidos los parlantes del Ipod. Ahora, también me inunda la música, el genial Mehldau con su piano y su trío en el Japón. ¡Qué concierto!...¡Cómo me gusta el jazz! Concentrado en la lejanía, pero aquí y ahora, un aurífero semicírculo me imanta, me deja absorto mientras, en mi cabeza, frasean el teclado y el bajista. La policromía se dinamiza acelerándose. Ya son tres cuartos de un magestuoso círculo y a esa expansión la acompaña la batería... ¿Que falta?...Nada, nada, no falta nada. ¿Qué podría faltar si ya salió y está entero! ¡Que completud! Ahí lo tienen, es para ustedes, maravilloso y redondo como en la vida y en esta fotografía. ______________________________________________

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo escribiéndote al correo, y tú colgando el mismo post aquí también.
Bueno, pues no me repito, allá lo tienes.
Hermoso, hermosísimo.

Adrian Dorado dijo...

Gracias Amando, es que la creatividad me dá con cierta cuota o dosis, aproveché para escribir otro poco en zonas no ilumniadas úblicamente aún, estoy sabes con una novelita.
De cualquier manera no se si se mezclan tanto los lectores. allí unos y aquí otros.
Abrazo

Anónimo dijo...

Me gustó mucho, no solo la experiencia sino como está contada, muy beno maestro!
Y las clases de pintirura las empezamos o nó?


Un beso
Kitty