A MODO DE UNA OCCIDENTALIZADA ORIENTACIÓN

Mixturando, eclécticamente, algunos preceptos extraídos de la Biblia y del calefón con 3 partes de Macedoniana porfía, un toque justo de inmersión Jungiana y 4 gotas de Xulsolariana elevación mas el sumo de todo un Lao Tsé en pleno. En epifánica unción, alzamos las copas con el genial brevaje e invitamos a
Tristán Tzara y Alfred Jarry para que nos acompañen a presentarnos con la misma interjección con que comenzara su parlamento el Père Ubú, a la sazón Roi, es decir:










BIENVENIDOS A LA NAVEGACIÓN







Alertamos a los atildados sobre la utilización de metáforas azarosas. Toda libre asociación es demostración de que existe el inconsciente; sobre él desligamos responsabilidades.







Invitamos a descabalgarnos del constante absoluto, las certezas irreversibles, la presunción de objetividad, las posturas a ultranza y los dogmatismos.







Sugerimos tratar de tolerar lo mejor posible el vacío existencial, el tembladeral de la duda, la desubicación de la contradicción, la subjetividad y la vulnerabilidad humanas, a sabiendas de que, aunque denunciemos con cierta queja, lo hacemos enmarcados por el amor y con un fuerte deseo libertario porque:











."...Tú y yo no somos dos mitades de una inútil batalla,/ ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota,/sino tal vez una pequeña parte de algún huésped sin número y sin rostro, que aguarda en el umbral."







Olga Orozco







Corre sobre los muelles - Museo Salvaje - 1974 -











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domingo, 21 de diciembre de 2008

Roland Barthes

EL GRADO CERO DE LA ESCRITURA
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"...La lengua está más acá de la Literatura. El estilo casi más allá: imágenes, elocución, léxico, nacen del cuerpo y del pasado del escritor y poco a poco se transforman en los automatismos de su arte. Así, bajo el nombre de estilo, se forma un lenguaje autárquico que se hunde en la mitología personal y secreta del autor, en esa hipofísica de la palabra donde se forma la primera pareja de las palabras y las cosas, donde se instalan de una vez por todas, los grandes temas verbales de su existencia. Sea cual fuere su refinamiento, el estilo siempre tiene algo en bruto: es una forma sin objetivo, el producto de un empuje, de una intención, es como la dimensión vertical y solitaria del pensamiento. Sus referencias se hallan en el nivel de una biología o de un pasado, no de una Historia: es la “cosa” del escritor, su esplendor y su prisión, su soledad. Indiferente y transparente a la sociedad, caminar cerrado de la persona, no es de ningún modo el producto de una elección, de una reflexión sobre la Literatura. Es la parte privada del ritual, se eleva a partir de las profundidades míticas del escritor y se despliega fuera de su responsabilidad. Es la voz decorativa de una carne desconocida y secreta; funciona al modo de una Necesidad, como si, en esa suerte de empuje floral, el estilo sólo fuera el término de una metamorfosis ciega y obstinada, salida de un infralenguaje que se elabora en el límite de la carne y del mundo. El estilo es propiamente un fenómeno de orden germinativo, la trasmutación de un Humor. De este modo las alusiones del estilo están distribuidas en profundidad: la palabra tiene una estructura horizontal, sus secretos están en la misma línea que sus palabras y lo que esconde se desanuda en la duración de su continuo; en la palabra todo está ofrecido, destinado a un inmediato desgaste, y el verbo, el silencio y su movimiento son lanzados hacia un sentido abolido: es una transferencia sin huella, ni atraso. por el contrario el estilo sólo tiene una dimensión vertical, se hunde en el recuerdo cerrado de la persona, compone su opacidad a partir de cierta experiencia de la materia; el estilo no es sino metáfora, es decir ecuación entre la intención literaria y la estructura carnal del autor (es necesario recordar que la estructura es el residuo de una duración). El estilo es así siempre un secreto; pero la vertiente silenciosa de su referencia no se relaciona con la naturaleza móvil y sin cesar diferida del lenguaje; su secreto es un recuerdo encerrado en el cuerpo del escritor; la virtud alusiva del estilo no es un fenómeno de velocidad, como en la palabra, donde lo que no es dicho, sigue siendo de todos modos un ínterin del lenguaje, sino un fenómeno de densidad, pues lo que se mantiene derecha y profundamente bajo el estilo, reunido dura en sus figuras, son los fragmentos de una realidad absolutamente extraña al lenguaje. El milagro de esta transformación hace del estilo una suerte de operación supra-literaria, que arrastra al hombre hasta el umbral del poder y de la magia. Por su origen biológico el estilo se sitúa fuera del arte, es decir, fuera del pacto que liga al escritor con la sociedad. Podemos imaginar por tanto a autores que prefieran la seguridad del arte a la soledad del estilo.... En toda forma literaria, existe la elección general de un tono, de un ethos si se quiere, y es aquí donde el escritor se individualiza claramente porque es donde se compromete..." ___________________________________________________________

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Por fin esta vía de comunicación se ha despejado!
Me ha costado horrores dejarte el comentario en mi blog.
Ahora que me voy a acostar, aquí es casi la una de la madrugada, me encuentro con tu entrada reflexiva y teórica.
Si no he entendido mal, has colgado un texto de Roland Barhes.
Muchas gracias por ayudarme a la reflexión.
Esta cuestión del estilo me ha llamado la atención desde el principio de mi actividad literaria. Y me ha encantado eso de que el estilo es el primer compromiso del autor. Que es algo así como decir que es una toma de posiciones.
Felices sueños, Adrián, amigos blogueros.

Adrian Dorado dijo...

Pues con el estilo, desde hace tiempo, he hecho como con mi sombra (juro que no es un jueguito de palabras ni hay alusión a tu narrativa.Sólo coincidencia. A menos que las sombras que te acompañan tengan alguna referencia autobiográfica e indiquen el camino de apertura a algún tema de tu profundidad desconocida.De eso eres mas dueño y podrás, por resonancia intuitiva, saber más tú que yo.)te decía que con la sombra, la dejo ir. Cuanto más la persigues teniéndola focalizada te endureces en una retórica de insistencia y deformación, en cambio dejándola a su suerte te seguirá a muerte, cual perrito faldero.Porque, como bien dice el genial Barthes, pertenece a ese estrato mítico adonde la voluntad no accede. Precisamente esa condición es la que te hace inimputable por su acción. Pierdes toda responsabilidad.
He tenido una interesante charla con mi amigo el poeta Alberto Boco quien, aparte de admirar este texto, disentía en el lugar de decir del estilo "una voz decorativa" puesto que esta calificación, resultaba superflua comparada con la medularidad antes declarada; es decir que caía en contradicción con la indicación de formar parte de un automatismo (o sea perteneciente a la zona en penumbra por no decir oscura del inconsciente). Cualquier palabra decorativa es sustituible y banal.
En fin disquisiciones de hilar fino metido de lleno en un texto maravilloso, no?
Bien, mi intención al subirlo fué disfrutar del "estilo" del genial francés, y replantearnos (lector neófito incluido)lo infructuoso de pretender, de cualquier autor, lo que de él será imposible salir, digamos como la relación que las peras guardan con el olmo.
Hay lo que hay. Y eso es todo. Lo cual además de ser cierto tranquiliza.
Abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Perdón por la intromisión: ¿Están diciendo que el escritor no es responsable por su estilo?
ël no participa concientemente en su formación?

Bien me quedan algunas dudas al respecto, no creo... seguiré pensándolo

Juanjo

Adrian Dorado dijo...

según el planteo de Barthes, así es Juanjo.
Te agradezco la visita, bienvenido a bordo y sigamos leyendo y escribiendo a pesar de que el estilo, inevitablemente, nos condene.