A MODO DE UNA OCCIDENTALIZADA ORIENTACIÓN

Mixturando, eclécticamente, algunos preceptos extraídos de la Biblia y del calefón con 3 partes de Macedoniana porfía, un toque justo de inmersión Jungiana y 4 gotas de Xulsolariana elevación mas el sumo de todo un Lao Tsé en pleno. En epifánica unción, alzamos las copas con el genial brevaje e invitamos a
Tristán Tzara y Alfred Jarry para que nos acompañen a presentarnos con la misma interjección con que comenzara su parlamento el Père Ubú, a la sazón Roi, es decir:










BIENVENIDOS A LA NAVEGACIÓN







Alertamos a los atildados sobre la utilización de metáforas azarosas. Toda libre asociación es demostración de que existe el inconsciente; sobre él desligamos responsabilidades.







Invitamos a descabalgarnos del constante absoluto, las certezas irreversibles, la presunción de objetividad, las posturas a ultranza y los dogmatismos.







Sugerimos tratar de tolerar lo mejor posible el vacío existencial, el tembladeral de la duda, la desubicación de la contradicción, la subjetividad y la vulnerabilidad humanas, a sabiendas de que, aunque denunciemos con cierta queja, lo hacemos enmarcados por el amor y con un fuerte deseo libertario porque:











."...Tú y yo no somos dos mitades de una inútil batalla,/ ni siquiera dos caras acuñadas por la misma derrota,/sino tal vez una pequeña parte de algún huésped sin número y sin rostro, que aguarda en el umbral."







Olga Orozco







Corre sobre los muelles - Museo Salvaje - 1974 -











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viernes, 3 de diciembre de 2010

Respuesta a varios colegas que en el Facebook nos repreguntábamos a cerca del arte

Me parece que ya estaríamos en condiciones de darnos cuenta que comunicándonos con el lenguaje verbal reducimos la polisemia característica del mensaje “visual” (sabemos que una imagen dice más que mil palabras) y comprender que si bien ella - la palabra - define, nombra, recorta una figura contra el fondo magmático de lo todo posible, también y por ese motivo cierra, clausura, aliena cualquier otra lectura que de ella podamos hacer, significante incluido.

O sea ilumina relativamente. Pero, claro, tranquiliza.
Y en esa reducción que posee la palabra “…nos sentamos a la mesa y no al pino ni a la madera con que ella está, también, constituida…” - Pessoa dixit
Así es que buscarle definiciones a algo tan complejo, polivalente y sorprendente como es “el arte” no sólo me resulta una tarea ímproba sino alpedística en tanto pudiéramos utilizar esa energía en terrenos más fértiles.
Si bien la palabra nos cobija y nos da amparo frente al abismo de lo innombrable (¿Habrá castigo de mayor oscuridad que nos cataloguen de tal? O peor aún, sentirnos asi?) en terrenos del arte cualquier ensayo – verbal o escrito - concluye en reductivo y consecuentemente en falsificatorio del acto real (este es un ejemplo), precisamente, porque se “pinta”* lo que no se puede decir. Sino se diría. Sería más fácil cómodo y veloz. Tanto es así que, cuando el instrumento en procura del “arte” es la palabra, es decir, cuando se le intenta insuflar vuelo, poesía mediante, es menester utilizar cuanta estrategia la separe de su significado en procura de una semántica que concluya en connotar o resonar aquello que no está dicho pero presentimos que es lo vital que el poema revela y a su vez oculta.


Es que aquí me parece comienza el nudo del embrollo, y para su desate deberíamos separar la paja del trigo, dependiendo esto de cual “arte” estemos hablando o pretendiendo. Y en este panorama, como con los mocos, tenemos para todos los gustos: Hay desde ciervitos de Bariloche, payasos de lágrimas colgantes y muñecas de todo tipo en el bazar “La Zoraidita” o sea en su habitat real y también los descontextualizados en unas paquetas galerías de Palermojolibud.
En unos lugares se los llama de una manera y en los otros, de otro.
En el bazar, la curadora, sin saberlo, es la dueña o sea la madre de la Zoraidita y en la galería o el Centro Cultural es curador*, comisari* o crític* posiblemente llamad* Peringanit* de Zarrastiguiloazáblet quien posee una labia capaz de escribir sesudos tratados sobre “el guitarreo de la mondiola”. Tan vacuos ellos como auténtico resulta el payaso en el bazar de Villa Fiorito.


Es que en la viña del señor habemos de todo y no seguiré con los ejemplos de otras vertientes para no redundar. Creo que con éste basta.

Quiero decir que la amplitud del arte y el uso que se le de, es maleable “a piaccere”, dependiendo de cuales sean los objetivos y las capacidades de comprensión de los intervinientes, tanto como estén ubicados en una punta como en la otra de la antorcha.
Pero, más allá de las comercializaciones que son las primeras bastardizaciones que de esta “actividad” se hace, existe una posibilidad que es la que nos motiva a casi todos los artistas que laboramos con honestidad; independientemente de que nos de mucho o poco el mate, pues tampoco pasa por las acumulaciones de conocimientos teóricos ni por voluntades puestas en marcha.
Desde el vamos descarto los malintencionados cuyas premisas son la fama a precio vil y farandulezco dada su esclavitud al narcicismo exacerbado que, como sabemos, que al igual que todo lo negativo poco elevan el culito del suelo, más bien lo entierran.
Es que, una actividad como la artística, es la que más nos posiciona en la capacidad de ser atravesado por “lo real”. Allí lo excelso de la práctica es que se transforma en lo mejor que nos puede pasar porque descubrimos que es donde mejor la pasamos.


Cuando cito “lo real” me estoy refiriendo concretamente a una de las tres patas del nudo Borromeo lacaniano y que tienen bastante relación, como bien lo expuso en uno de sus seminarios, con las experiencias resultantes de la meditación zen.
Yo me atrevería a decir, aún a sabiendas de estar contando una pequeña porción de un hecho más vasto que, conozco en sí y que es inenarrable, digo que: “cuanto menos hay de uno, más sublime es la experiencia”.
Quiero señalar que es a partir de un “dejar ser” o de permitir que “ocurra” cuando la posibilidad revelatoria emerge.
Me importa un bledo que la quieran llamar musas, voces interiores o el nombre que a cada quien le guste. La cuestión radica en la experiencia fundante y modificadora de un ser existiendo, abierto a las mutaciones constantes que importa una vida vivida en plenitud.
Por lo tanto éste es el acto más individual y subjetivo al que una persona puede acceder y para ello no existen ni fórmulas ni teorías que nos indiquen caminos. Simplemente porque para la creación no los hay. Cada uno con los rituales que le sean propios y puedan conducirlo a ella, o adonde ella se manifieste.


Que después sepamos que, “el arte” (y me cuesta llamarlo así, tan… definidamente), está inscripto en una sociedad, así como nosotros inmersos en ella, y hasta podría agregar para los que desean con volitiva urgencia, otorgarles funciones, multifunciones diría yo, pues que una de ellas sería espejarle a la sociedad la suma de inhibiciones con que ata y asfixia a sus miembros, convirtiéndolos en objetos de consumo, artículos tan de cambio y desechables como el mercado necesite alienar.


La experiencia de una epifanía vivenciada por un artista desemboca, sin duda, en cambios personales, en hechos que a ojos vista demuestran la posibilidad de una vida que, vivida a pleno, es celebratoria desde el comienzo tanto como resulta innecesario el mito de la inexorabilidad del artista torturado. Más allá de que hayan artistas que con el dolor gocen como locos. Ya lo dije a cada cual el moco que le sepa celestial.
Entonces, como creo que la única verdad absoluta es la relatividad de la misma. Pretender definiciones del arte, posiciones oclusivas en el juicio de que “es” y que “no lo es” inhibe aceptar la vivencia de “lo real” que, se nos escapa de las manos y la cabecita porque es mucho mayor que nuestras capacidades de comprensión intelectuales. Procuremos enjaularnos, por favor, lo menos posible siendo inclusivos.
El arte contenido bajo parámetros, sean lo que fueran, me suena a los monolíticos sentidos de la vida que a la postre concluyen generando, so pretextote enaltecimientos, verdaderas aberraciones.
La vida sólo tiene el sentido que podamos y queramos darle y, posiblemente de eso se trate nuestra cuestión, munirla de los contenidos que necesitemos cuando el deseo así nos lo indique. Por muy variados e individuales que ellos sean.
Paremos con comernos siempre el mismo pirulín de los discursos únicos.
Porque es cierto que pulula por doquier desde el alimento y el oro junto a las excrecencias y el plomo, la elección del almuerzo la tiene cada quien sin estar obligado a comerse al caníbal ni a resultar coprófago.


Mi propuesta, sé que es para muchos extremadamente simplista, pero es el deseo que cada uno se exprese y sea lo más fiel a si mismo que pueda. (Tarea, para algunos harto difícil).
Y me importan tres belines a que cosa llamemos arte.
Si hay algo que he aprendido en estos 50 años de esta práctica es que cuanto más abierto he estado más he aprendido y gozado. Por lo tanto no sentencio ni juzgo con intenciones de universalidad. Lo cual no implica renunciar a mis gustos y preferencias ni tener carencia de escala de valores.


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* Utilicé el término “pintar” para señalar una actividad creadora dentro de lo visual, pero puede sustituirse por construir, metamorfosear, actuar performáticamente, filmar, etc. o la interacción de varias o todas ellas…

**Ah! Y algo que aprendí en tantos años de diván es que cuando alguien se obsesiona repulsivamente con un monotema es síntoma de un amor, una ligazón, digámosle, no legitimada en la conciencia ni asumida por algunos prejuicios inhibitorios, pero que de superar esos bloqueos luego de ponerse cara a cara con esa cuita…¡Upalalá cómo se goza con ellas!
Siempre hay placares de donde salirse y eso no quiere decir que se trate de homosexualidades. Jamás se me ocurriría sugerirle a ningún interlocutor por aquí presente que es un puto no asumido.


Abrazos.


***Otro ¡Ah! Atenti con subirse a los pedestales de la “maestría” que cristalizan
bronceando con un brazo estirado y el índice señalando donde se encuentra el horizonte. Recordemos que el mismo es una ilusión y que en tal caso tiene, en esta dimensión temporo-espacial 360º a la redonda.

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